Fragmentación de la oposición y avance represivo del Gobierno vaciaron la AN

Fotografía: Gloria Salazar

Entrevista a Xavier Rodríguez Franco

Por Maru Morales|Crónica Uno

El politólogo venezolano radicado en Houston desde hace algunos años, Xavier Rodríguez, es un estudioso de los sistemas parlamentarios latinoamericanos. La Asamblea Nacional de Venezuela ha estado en el centro de sus investigaciones de manera permanente, tanto en su trabajo académico como en Parlamundi, la plataforma digital de debate parlamentario que dirige.

Desde que la oposición asumió la mayoría del Poder Legislativo en enero de 2016, Rodríguez ha insistido en la necesidad de impulsar una reforma integral del Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional (Ridan), que luego de su última modificación en diciembre de 2010, se convirtió en una de las normativas de gobierno parlamentario más autoritarias de la región.

Sin embargo, el presidente de la Asamblea Nacional en 2016, Henry Ramos Allup, fue tajante en varias ocasiones cuando se le consultó al respecto. Su respuesta a los medios, e incluso en los debates de la propia AN, era que la oposición gobernaría la asamblea con el mismo reglamento que sancionó el PSUV. Y así fue, durante el quinquenio que está a días de culminar. Apenas una tímida reforma parcial se hizo en 2019 para permitir el voto no presencial de los diputados.

Rodríguez Franco, quien además es magíster en Sistemas Políticos de América Latina, compartió su balance parlamentario con Crónica.Uno.

“Para examinar la legislatura 2016-2021 a tenor de los hechos y no de las promesas, hay que destacar una notoria precariedad normativa por parte de la nueva mayoría parlamentaria opositora. Esta precariedad se vio agravada con el sistemático ataque a sus facultades constitucionales ejercido por los demás poderes públicos y los cuerpos de seguridad del Estado desde el primer minuto de gestión, afirmó.

¿Cómo evalúa el funcionamiento orgánico de la Asamblea Nacional bajo la dirección de la oposición más allá de las decisiones políticas, con el reglamento interno vigente?

–Durante el primer trimestre de 2016, se conocieron algunos planteamientos críticos que abrieron una remota posibilidad de enmienda. Sin embargo, nunca se concertó una agenda de trabajo parlamentario en esa dirección. Tampoco se dio a conocer al menos un borrador que ofreciera al texto original algunos mínimos estándares democráticos. Aunque varios diputados han reconocido de manera reiterada que la AN goza de autonomía normativa, con el paso de los años y ante un esperable rechazo por parte del Poder Ejecutivo y Judicial, la reforma del Ridan fue quedando diferida y poco después totalmente olvidada. Teniendo el mismo destino de tantas otras reformas y propuestas legislativas necesarias para el país. 

¿Cuáles serían los principales rasgos autoritarios que resaltan del Reglamento Interior y de Debates aprobado en 2010, bajo la presidencia por cierto de Cilia Flores?

–En este reglamento, las minorías tienen una mínima capacidad de incidencia en la agenda parlamentaria en la asignación de las comisiones permanentes y en la iniciativa legislativa, entre otros aspectos importantes como la proporcionalidad en la integración de la junta directiva, que sí está presente en otros parlamentos de la región. Eso permite que la bancada mayoritaria, sea cual sea su signo político, minimice el accionar de la minoría, un rasgo abiertamente antidemocrático, consustancial con el desmantelamiento institucional de la democracia venezolana de los últimos años.

¿A qué se debe la falta de voluntad de la oposición para democratizar el Ridan y con ello al Parlamento?

–Es importante destacar el enorme valor político que tiene una propuesta legislativa que busque acercar el Poder Legislativo al ciudadano. Independientemente de su veto o promulgación, puede servir de elemento aglutinante para generar consensos y canalizar discrepancias, haciendo creíble para la ciudadanía que se está preparado para legislar democráticamente.  Los hechos a la fecha, evidencian que la oposición venezolana no tiene esta perspectiva del juego político. El Ridan, entre otros proyectos legislativos, es un ejemplo de esa carencia propositiva, de esa poca capacidad de gestión de sus divergencias y sobretodo la gran dependencia a las condiciones adversas que el chavismo ha impuesto aceleradamente en los últimos cinco años.

¿Esta situación de alguna manera habla de la naturaleza democrática de los líderes de la Asamblea Nacional en estos cinco años?

–Más que naturaleza democrática, es notoria la falta de capacidad técnica en general para la redacción legislativa. Tanto en el caso del Ridan como en otros proyectos de ley, son pocos los diputados que demostraron solvencia al momento de traducir ideas y propuestas políticas en artículos, disposiciones generales y transitorias.

No conozco diputados que se hayan tomado la molestia de comparar el Ridan vigente con los reglamentos parlamentarios precedentes en Venezuela o con los reglamentos de otros parlamentos de hispanoamérica. Con los años y el fragor de la lucha política, la oposición se ha especializado casi exclusivamente, en la redacción de comunicados de denuncia y de rechazo a la gestión gubernamental.

Más que voluntad política, es una propensión recurrente al diferimiento de las tareas estratégicas ante el arreglo táctico del corto plazo. Con el agravante de las distorsiones de un entorno parlamentario de supervivencia, asedio permanente y persecución.

Precisamente en ese entorno de supervivencia habrá quien se pregunte ¿para qué cambiar el reglamento interno si la Asamblea como institución quedó atada de manos casi desde el momento de su instalación en 2016?

–La reducción sostenida del Parlamento a su mínima expresión no comenzó en enero 2016, ha sido un proceso ininterrumpido desde la Constitución de 1999 y continuado progresivamente con las reformas del Ridan, siendo la versión de 2010 uno de los más antidemocráticos del hemisferio. En este sentido, si miramos con perspectiva histórica este último quinquenio, resulta difícil comprender que la única legislatura opositora en 20 años, no haya sido capaz de haber dejado al menos una propuesta pública de reforma del reglamento de una instancia política tan importante como la AN. Ciertamente, un nuevo Ridan no romperá las ataduras que el Gobierno ha tejido alrededor del Parlamento, pero al menos señalaría el camino a seguir en la reconstrucción democrática del país desde uno de sus núcleos institucionales.

¿La ausencia de una reforma integral del Ridan en este quinquenio es atribuible solo a los cuatro presidentes del período, o en su conjunto a todos los diputados de la oposición?

–La nueva mayoría parlamentaria de la AN en su conjunto ha sido corresponsable de esta vergonzosa omisión reglamentaria. La legitimidad electoral ofreció un marco amplio inmejorable para que esta reforma fuese canalizada sin desatender la lucha política en otros ámbitos. Si bien es cierto que ante las prioridades políticas que impone la crisis humanitaria, el colapso económico, la represión y en general el viraje dictatorial del Gobierno, la reforma del Ridan no aparece en la lista, tampoco es menos cierto que esa moratoria reglamentaria solo compete a la AN.

¿Cuál es la responsabilidad del G4 por un lado y del PSUV por el otro en la crisis institucional en la que se terminó de hundir la Asamblea Nacional en estos 5 años?

–El Parlamento venezolano de 2020 es resultado de un conjunto de acciones, que en distintos niveles de incidencia, han desmantelado la última instancia medianamente democrática que le quedaba a Venezuela.

La AN de hoy es el reflejo de la destrucción de la democracia que se vive allende las puertas del Hemiciclo de sesiones.

Tanto la oposición en su irrefrenable proceso de fragmentación y su crónica incapacidad de sostener consensos, como el avance dictatorial y represivo del Gobierno, han contribuido, lamentablemente, para que la AN haya sido vaciada de contenido político y de su capacidad transformadora de la realidad. El G4 es expresión de ese proceso de desarticulación partidista basado en un cálculo electoral, incongruente con el abstencionismo creciente desde finales del 2017, que tampoco supo mantener la unidad de acción parlamentaria con el paso de la legislatura. Ante este estado de cosas, con la elección del 6-D, con todos sus vicios y arbitrariedades, Venezuela tendrá un sistema político hegemónico sin ningún contrapeso efectivo al Poder Ejecutivo, consolidando el tránsito hacia un régimen de talante totalitario.


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