La AN hizo lo que pudo y como pudo en un contexto adverso

Entrevista a Ramón Guillermo Aveledo

Por Maru Morales|Crónica Uno

Abogado, doctor en Ciencia Política, diplomado en Técnica Legislativa, presidente del Instituto de Altos Estudios Parlamentarios Fermín Toro pero sobre todo político, exdiputado y profesor universitario, Ramón Guilllermo Aveledo, accedió a compartir con Crónica.Uno su balance sobre el desempeño de la Asamblea Nacional en la legislatura que recién culmina.

Su carácter comedido e inclinado siempre a la justicia, no le impide a Ramón Guillermo Aveledo ver y expresar las principales falencias en la conducción política de la Asamblea Nacional en estos cinco años, pero tampoco dudar para reconocer las fortalezas de ese liderazgo.

Mantener los símbolos de la institución hasta 2020, ganarse a pulso el reconocimiento internacional y haber diseñado el Plan País, son algunos de los logros que atribuye a los dirigentes y diputados de la AN. Al mismo tiempo admite un alto grado de personalismo en su conducción y resiente la falta de una estrategia y un programa consensuados que le dieran más estabilidad a la gestión en su conjunto.

Pero al mismo tiempo matiza su lectura: “Es muy difícil un juicio, sobre todo por parte de quien ha sido político y parlamentario, porque en cambio es facilísimo ser injusto”.

¿Qué rol debió desempeñar a la Asamblea Nacional en estos cinco años y qué rol desempeñó finalmente? ¿Hizo lo que debió hacer o apenas hizo lo que pudo?

–Creo que hizo lo que pudo y como pudo. No puede ignorarse que desde antes de su instalación se comenzó a horadar su reconocimiento como órgano del Poder Público, empezando por decisiones judiciales signadas por la inconstitucionalidad. 

Las tareas de la Asamblea son las constitucionalmente asignadas, esencialmente de representación, legislación y control. Al triunfar con una votación que garantizó la mayoría calificada, el entonces secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática ratificó al país el compromiso de la coalición. Pero prontamente, empecé a sentir un ambiente eufórico de inminencia del cambio político que presionó a los dirigentes desde abajo y desde su lectura de los hechos y del clima reinante que podía conducir a precipitaciones. El inmediatismo y el voluntarismo son debilidades que detectamos en otros y nos cuesta detectar en nosotros mismos. 

Al final, la vida y la política se parecen mucho más de lo que reconocemos: siempre hay diferencia entre la aspiración y el logro.

¿Cuáles son, a su juicio, los principales aciertos de la gestión de la oposición al frente de la Asamblea en este lustro?

–He visto de todo, pero comienzo por decir que valoro a los diputados y diputadas cuya responsabilidad, valentía personal, dedicación y vocación de servicio han sido demostradas. No puede decirse lo mismo de todos, pero los y las habido de una calidad que mucho bien harían al país en circunstancias mínimamente propicias. Los he visto trabajadores, incansables, honestos. Los aciertos no han sido pocos y se realizan en el ecosistema más hostil. Hasta enero de este año se mantuvo el control de los símbolos de la institucionalidad y ese no es un logro pequeño en una Venezuela signada por la desconstitucionalizació, deslegalización y desdemocratización. Y a lo largo de este difícil 2020, porque tenía preparado un «Plan B» para defender la institución (se refiere a la Reforma del Reglamento Interior de la AN que permitió las sesiones virtuales), la mayoría ha logrado demostrar que sigue siéndolo y que quienes ocupan el Capitolio lo hacen por la ilegitimidad y la fuerza. El reconocimiento internacional, el Plan País, la preservación de la unidad aunque sea defectuosa y el liderazgo, no siempre aprovechado incluso por él mismo, de Juan Guaidó, son haberes indiscutibles. 

¿Y los principales desaciertos?

–El insuficiente reconocimiento de una realidad: lo que no aguanta el grupo aferrado al dominio de facto del país son las reglas básicas de la democracia, una de las cuales es la distribución y separación de poderes que tienen límites. Insistir en cumplir esa tarea habría forzado la barra política en condiciones más favorables para la oposición mayoritaria y para el cambio que aspira. Por otro lado, y que conste que no confundo el militarismo con la importancia que tiene la institución armada, creo que hacia ella no se enviaron consistentemente las señales adecuadas. No puedo asegurar que la transformación antirrepublicana de la fuerza armada hubiera tenido un curso radicalmente diferente, pero puestos en el contexto del mensaje integral de la unidad en 2015 hay que plantearse que esta evolución perversa no era inevitable. Ya en 2010 se notaba una dispareja conciencia en los diputados acerca del papel de la fuerza armada. En 2015 esa cuestión sería cualitativamente distinta, porque los sectores democráticos representaban la mayoría del cuerpo y podían tomar decisiones que hicieran valer los supuestos constitucionales de funcionamiento del sistema democrático. Esa es una responsabilidad distinta a la de una minoría parlamentaria opositora como la ganada en 2010. Los déficits en esa conciencia, en la ciudadanía y en sus representantes, constituyen un desafío, acaso el mayor, para el liderazgo que propone un cambio.  

El personalismo que vimos en la conducción de la AN en cada año de la legislatura ¿era necesario o era prescindible?

–El pacto unitario fue muy útil para garantizar el control del cuerpo por parte de la mayoría, a tal punto que este sólo pudo ser vulnerado por la arbitrariedad del 5 de enero de 2020, aleación de violencia y corrupción. La rotación en la Presidencia del cuerpo fue respetada, hasta que por acuerdo unánime dictado por las circunstancias, los diputados reeligieron a Juan Guaidó. Dicha rotación en los cargos debió estar acompañada por la adhesión a una estrategia y un programa a cinco años, así como un entendimiento para la composición permanente de la dirección administrativa de la AN. Sin negar los aportes valiosos de cada presidente del Poder Legislativo, el hecho de que cada uno asumiera una agenda decidida de manera personal, si bien contó siempre con el apoyo del resto, no favoreció el desempeño. La presidencia serena de Omar Barboza en 2018 no sólo salvó la unidad tras las tensiones de 2017, sino que preservó la institución para que el Parlamento asumiera su papel en 2019 y 2020. De la misma manera, no es mera amistad personal la que me lleva a reconocer el papel de Henry Ramos Allup en afirmar la personalidad del parlamento; el de Julio Borges en proyectarlo internacionalmente; y desde luego, el papel del a veces sorprendente Juan Guaidó. Cada uno debe calcular su saldo, para reforzar lo positivo y corregir lo que no lo fue o resultó insuficiente.

Al cierre de este período no podemos decir que la Asamblea Nacional de Venezuela es una institución fortalecida ¿Cuál es la responsabilidad del Partido Socialista Unido de Venezuela en ese debilitamiento institucional? 

–De ninguna institución pública venezolana puede decirse que esté fortalecida. Si algo caracteriza este dificilísimo tiempo nacional es la debilidad institucional. El papel del PSUV en el derrumbamiento de la constitucionalidad ha sido decisivo. Los partidos creados desde el poder tienen una debilidad intrínseca. En Venezuela tenemos los casos históricos del Partido Democrático Venezolano y el Frente Electoral Independiente, instrumentos de un régimen militarista-tecnocrático. El PSUV, cuya constitución desde arriba es una de las causas de la primera derrota electoral del chavismo, en el referendo de la reforma constitucional en 2007. Su imposición como «partido único de la revolución», imitando el modelo cubano o el de la República Democrática Alemana, deterioró tanto a la coalición denominada Gran Polo Patriótico que ahora generó el distanciamiento del PCV, Tupamaro y PPT. Incluso luego del fallido intento de conformar en Somos Venezuela una alternativa, también desde adentro y desde arriba. Pero la mala suerte del PSUV y su muy predecible desenlace, es derivada de la actitud del grupo en el poder, coalición político-económica exclusivamente aferrada al mando que no acepta las reglas de la Constitución que ellos mismos promovieron e impusieron. Ese desprecio a la democracia, ese desprecio a la voluntad popular tan grande que nombran protectores para que protejan al pueblo de sí mismo, es la causa principal de nuestro retroceso político, nuestro empobrecimiento económico y nuestro retroceso social.

¿Cómo ve a Venezuela en 2021?

–Para quienes mantenemos la fe en el futuro de Venezuela y en la capacidad de los venezolanos para salir adelante, 2021 comienza poblado de desafíos que se ven enormes, pero que con esfuerzo e inteligencia, serán superables.


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