Con la rápida expansión global del coronavirus, no pocos gobiernos han encontrado en los decretos de estado emergencia o conmoción nacional la oportunidad de restringir libertades civiles y reducir competencias de control político a otros poderes públicos, como es el caso de los Parlamentos, o incluso en países federales, restringir la autonomía de gobiernos regionales y locales. La gestión de esta crisis en muchos de estos casos nos deja ver cuán frágil sigue siendo la democracia y lo extendida que puede llegar a ser la desconfianza ante la inexorable necesidad de coordinación internacional y de diálogo abierto entre políticos, médicos, gremios, empresarios y demás actores sociales. Enmarcados en esta desconfianza generalizada, podríamos afirmar que el principal síntoma de esta pandemia, que aqueja también a la democracia, ha sido el acceso a la información pública.
Vivimos en una situación sin precedentes, especialmente difícil e incierta pues quedan muchas incógnitas por despejar sobre el comportamiento biológico de este COVID-19 y sus patrones de viralidad, sobre los cuáles infectólogos y virólogos siguen trabajando arduamente, considerando además las particularidades geo-demográficas y las capacidades del sistema sanitario de cada país. En este sentido, trabajar sobre in-conclusiones tiene una complejidad que pocos gobiernos deciden reconocer y comunicar con responsabilidad a su ciudadanía. Rasgo especialmente crónico con los liderazgos populistas, siempre adictos al corto plazo, a las soluciones de fe y a los peligrosos excesos de confianza.
Ante tal panorama global, en el que la desconfianza a las cifras oficiales se conjugan con el indeseado sacrificio de suspender actividades productivas, en muchos países ha sido el escenario propicio para la propagación de amenazas contra la prensa independiente y las voces científicas, así como la censura a las deliberaciones políticas y el resurgimiento de los discursos autárquicos y nacionalistas. Aspectos tan extendidos entre naciones que parecieran competir peligrosamente con los números de contagios del virus a nivel mundial.
La continuidad de los parlamentos. La salud democrática también importa
En la continuidad funcional de los Parlamentos, la protección a la prensa libre y a los espacios deliberantes con el saber experto descansa buena parte del conocimiento colaborativo y también las respuestas necesarias para la mejor gestión de la crisis sanitaria que afronta el mundo. Por tanto, es necesario reconocer que en la salud democrática también se juega la salud pública. En efecto, si la democracia sigue enfermando y empobreciendo sus mecanismos de diálogo institucional, las posibilidades de coordinar estrategias entre actores sociales y la adopción de medidas con arreglo científico son cada vez más remotas. Ya hemos visto el alto precio que el planeta entero está pagando por el hermetismo en el manejo de la información en las primeras semanas cuando ocurrieron los primeros brotes de la enfermedad, así como la persecución y encarcelamiento a investigadores, personal médico y periodistas especialmente en regímenes dictatoriales como China, Venezuela, Irán, entre otros.
La complejidad en la que está envuelta la humanidad en este momento, demanda de mayores niveles de coordinación, interlocución y evaluación profesional de los riesgos, más que de actos de fe, mandatos ideológicos, silencios forzados y supresión a cualquier foco de crítica. Por tanto, un gobierno más cognitivo y dispuesto a aprender, que trate a sus ciudadanos como personas adultas y no como una agregación de feligreses con el único deber de creer irreflexivamente en el líder. En este contexto, la política, la democracia y sus instituciones tal como las entendemos, como cualquier otro orden social, está viviendo una turbulenta transición hacia otras formas de acción, en las que la tecnología y la conectividad digital está jugando un rol muy importante. Ante lo cual la ciudadanía tampoco debe eximirse de participar.
“Los Parlamentos son el mecanismo plural por excelencia de control del gobierno. Y mientras se mantenga en funciones cumple el rol de garantizar la vigencia del estado de derecho, incluso en momentos de emergencia nacional” Xavier Rodríguez Franco
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La variable tecnológica en los parlamentos.
Así como en el ámbito empresarial, la expansión del COVID-19 ha impuesto la adopción de medidas tecnológicas que permitan el teletrabajo y la aceleración de la automatización de procesos productivos, los gobiernos también (y no libre de resistencias) han tenido que asumir esta transición tecnológica. Muestra de ello ha sido la implementación forzada de algunas pautas de parlamento electrónico y la celebración remota de sesiones plenarias y comités en muchos parlamentos del mundo. De modo que si bien, las medidas de distanciamiento social, suspensión del transporte y confinamientos al rededor del mundo, suponen importantes limitaciones, estas no deberían suponer la suspensión de la gestión parlamentaria. En efecto, durante los últimos meses a nivel mundial han proliferado un número importante de recursos telemáticos para la dirección de parlamentos en contexto de pandemia. Una buena señal de recuperación democrática y de un regreso progresivo a la inteligencia colectiva, el aprendizaje colaborativo y la coordinación multilateral que tanto necesita la humanidad.
Es en este contexto cuando resulta necesario recordar que los Parlamentos son el mecanismo plural de control del gobierno por excelencia. Y mientras se mantenga en funciones cumple el rol de garantizar la vigencia del estado de derecho, incluso en momentos de conmoción nacional y restricciones excepcionales a las libertades individuales. En consecuencia, es necesario que la continuidad en su funcionamiento -con las medidas de salubridad correspondientes- permita generar la confianza que los ciudadanos necesitan de sus instituciones y de sus representantes en este momento tan apremiante como amenazante.
“En el funcionamiento pleno de las instancias deliberantes de toda sociedad, es donde también se juega el presente y el futuro de la democracia” Xavier Rodríguez Franco
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Por tanto, es fundamental que sus comisiones mantengan abierto su diálogo permanente con científicos, expertos y personal sanitario que permitan la adopción y comunicación de medidas con sentido científico atendiendo la complejidad socioeconómica de cada país. Por tanto, el cálculo político de minorías o mayorías, oposición o gobierno, derechas, centros o izquierdas, debe superarse por un sentido de unidad de esfuerzos y vigilancia constructiva al desempeño político, especialmente en estos momentos en los que aún se siguen estudiando los patrones biológicos del COVID-19, como también las formas para su tratamiento.
En suma, es en el funcionamiento pleno de las instancias deliberantes de toda sociedad, donde también se juega el presente y el futuro de la democracia. Protegiéndose a su vez las condiciones necesarias para que la investigación científica y la adopción de medidas, resguarden los derechos humanos y minimicen con mayor efectividad los efectos globales de esta pandemia.
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