Por Jennifer Cyr*
¿Cómo se puede mejorar la representación femenina en el Poder Legislativo? Los politólogos han demostrado que la participación política de las mujeres en América Latina ha ido creciendo – véanse, por ejemplo, los casos de Argentina y de Costa Rica que se encuentran entre los diez países en el mundo con mayor representación de mujeres en el congreso (Heath et al. 2005: 421). Pocos años atrás habían cuantro presidentas en la región (Brasil, Chile, Costa Rica, y Argentina) y dos primeras ministras en el Caribe (Trinidad y Tobago y Jamaica). Son pasos importantes en cuanto al aumento del número de mujeres en la política. Pero estos cambios cuantitativos no siempre se han visto traducidos en cambios de calidad. Las mujeres latinoamericanas, a pesar de tener más presencia en la política, no necesariamente tienen más poder político (Schwindt-Bayer 2010) y muchas veces su participación en la legislatura se limita a temas marginales (Heath et al. 2005). Es decir, aunque han habido avances en la representación de las mujeres en América Latina, aún falta mucho para que haya una genuina igualdad de representación de género.
«Las mujeres latinoamericanas, a pesar de tener más presencia en la política, no necesariamente tienen más poder político y muchas veces su participación en la legislatura se limita a temas marginales» Jennifer Cyr
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¿Qué explica la heterogénea experiencia en los países de la región? Muchas variables han sido sugeridas como factores importantes en determinar por qué unos países tienen más legisladoras que otros. Entre éstas se incluyen la actitud cultural hacia las mujeres, el fortalecimiento de los movimientos sociales dedicados a temas de la mujer, y el nivel de democracia, pero quizás la variable más estudiada y más atribuida al fomento de la participación de las mujeres ha sido la institucional. Son los sistemas electorales los que explican mejor la representación de las mujeres: donde haya sistemas electorales proporcionales (y no mayoritarios) tiende a haber más mujeres en el Congreso (véanse, por ejemplo, Kenworthy y Malami 1999, y Norris 2004; Jones 2009). Este es un resultado alentador, ya que de todas las variables mencionadas, la institucional es la más fácil de transformar. Los cambios institucionales son más factibles ya que están sujetos a la manipulación política, sobre todo en comparación con los cambios culturales o el mejoramiento del nivel de democracia – variables estructurales que difícilmente son manipuladas en el corto o mediano plazo.
No obstante, en un artículo que hemos escrito con dos colegas de la Northwestern University (Roberts et al. 2012), se pone en duda la importancia de la variable institucional para explicar la representación legislativa de las mujeres. Este artículo se detiene en ciertos problemas metodológicos de la literatura existente y propone alternativas más rigurosas a través del uso de diseños de investigación innovadores: (1) se utiliza una base de datos de varios años que toma en cuenta el antes y el después de los cambios del sistema electoral en cada país; (2) se comparan los datos electorales de forma diacrónica en vez de comparar simplemente los datos electorales de forma cross-national y (3) se usa un método de matching para evitar el problema de la heterogeneidad causal. Al hacer estos ajustes metodológicos, el impacto de la variable institucional se ve reducida hasta casi la nulidad.
Lo que se demuestra es que, en los países donde hubo cambios en los sistemas electorales, el efecto de adoptar e implementar leyes electorales menos restrictivas es muy pequeño en cuanto al aumento real de mujeres elegidas en los legislativos (el efecto de implementar leyes más restrictivas es escaso también). Un cambio importante hacia instituciones menos restrictivas, por ejemplo, produce un aumento de 9,3 mujeres elegidas (Roberts et al. 2012: 10) – no es un cambio menor, pero tampoco es suficiente como para compensar la desigualdad de representación en la gran mayoría de los casos. Es más, en América Latina, los efectos esperados han sido más débiles que en los países “desarrollados”, lo cual sugiere que hay tendencias regionales que ayudan a promover la heterogeneidad causal mencionada antes. Hablando de casos concretos, en Bolivia, la tendencia hacia un aumento gradual de mujeres en el Congreso no cambió luego de abandonar la representación proporcional para adoptar un sistema mixto. En Venezuela, el cambio desde la representación proporcional a un sistema mixto sí tuvo el efecto esperado (de reducir el número de mujeres elegidas), pero la vuelta a la representación proporcional en 1999 no provocó el efecto inverso.
«La aplicación de nuevas leyes o reglas electorales no es universal. Cada país es distinto y la implementación de la misma ley en Costa Rica no debería tener el mismo efecto que en Bolivia o Argentina» Jennifer Cyr
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En fin, la aplicación de nuevas leyes o reglas electorales no es universal. Cada país es distinto y la implementación de la misma ley en Costa Rica no debería tener el mismo efecto que en Bolivia o Argentina. ¡Esto no debería sorprender! Son países que varían en cuanto a varias dimensiones estructurales, políticas y culturales. No deberíamos esperar, entonces, que el cambio de una ley eliminará la discriminación contra grupos de personas que han sido históricamente desfavorecidos, sean estos mujeres, indígenas o lo que sea. Entonces deberíamos ser cautos al hablar de las nuevas constituciones y leyes adoptadas que buscan remediar las profundas brechas de representación que aún persisten en los sistemas políticos latinoamericanos. Son importantes simbólicamente – que no haya ninguna duda de eso – pero no serán suficientes para cambiar efectivamente la situación política de estos grupos.
El mensaje principal de este artículo es que las leyes electorales pueden ayudar a remediar los déficits de representación de género, pero no los pueden solucionar del todo. Para ello, hay que emprender un proceso mucho más lento, en el cual no sólo las leyes cambien sino también los prejuicios y las ideologías. Sólo así habrá una transformación efectiva de su situación laboral, cultural y de derechos. En definitiva, queda mucho por hacer.
Referencias
Heath, Roseanna Michelle, Schwindt-Bayer, Leslie A. y Taylor-Robinson, Michelle M. 2005. “Women on the Sidelines: Women´s Representation on Committees in Latin American Legislatures”. American Journal of Political Science 49 (2): 420-436.
Jones, Mark P. 2009. “Gender Quotas, Electoral Laws, and the Election of Women: Evidence from the Latin American Vanguard”. Comparative Political Studies 42 (1): 56-81.
Kenworthy, Lane y Malami, Melissa. 1999. “Gender inequality in political representation: A worldwide comparative analysis”. Social Forces 78 (1): 235-269.
Norris, Pippa. 2004. Electoral engineering: Voting rules and political behavior. Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Roberts, Andrew, Jason Seawright, and Jennifer Cyr. 2012. “Do Electoral Laws Affect Women´s Representation?” Comparative Political Studies. Published online, 19 November 2012 (En prensa).
Schwindt-Bayer, Leslie A. 2010. Political Power and Women´s Representation in Latin America. New York: Oxford University Press.
Artículo publicado en el blog Con Distintos Acentos.
*Profesora de Ciencias Políticas y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Arizona