Parte central de la expectativa popular que se pudo canalizar electoralmente en diciembre de 2015, se centraba principalmente en la promesa de desarrollar una nueva forma de gestión parlamentaria en la Asamblea Nacional. Un ámbito político en el que la oposición siempre fue minoría desde su primera legislatura en el año 2000. Fueron muchas las propuestas que conformaron aquel exitoso frente unitario electoral de alcance nacional, y que de una u otra manera respondía a la necesidad de hacer creíble que una forma distinta de hacer política era posible.
Dentro de esta forma diferenciadora, destacaba permitir nuevamente el acceso a la prensa, el control parlamentario a la gestión presidencial y la rendición de cuentas. De hecho, una de sus muchas exhortaciones al electorado decía directamente “vota para combatir la corrupción” para lo cual la rendición de cuentas es un aspecto central. Sin embargo, una nueva mayoría opositora en la AN tuvo, con el paso de los años, un notorio desinterés por la transparencia y además cierta resistencia a la rendición de cuentas, lo cual ha sido suficientemente documentado por la observación nacional e internacional.
Cabe destacar que ya para el año 2018, de acuerdo al informe que elabora la Red Latinoamericana de Transparencia Legislativa, la Asamblea Nacional venezolana fue el parlamento con peor Índice de Transparencia, de los 11 Poderes Legislativos evaluados de la región. Para mediados de 2021 se entregará un nuevo informe, pero con lo conocido a la fecha no hay muchas expectativas de un mejor posicionamiento en la lista.
Precisamente desde finales del 2018, la desatención a la rendición de cuentas y el incremento de la pugnacidad política, han servido como agravantes al desempeño parlamentario opositor. Ante lo cual hay que reconocer que si bien ha habido un hostigamiento incesante desde antes de comenzar la legislatura, esto no justifica el reiterado incumplimiento de sus responsabilidades constitucionales, además de sus propias promesas políticas tanto en la campaña como durante el desempeño de sus funciones.
¿La rendición de cuentas, solo es exigible en democracia?
Ante este estado de cosas, cabría preguntarles si acaso la rendición de cuentas es sólo exigible por parte de la ciudadanía en contextos democráticos. La pregunta no es retórica, puesto que dentro de las justificaciones habituales que se dan, destaca el que están a merced de un régimen antidemocrático y eso pudiera eventualmente exponerles aún más. Sin embargo, más allá del inocultable talante dictatorial del gobierno de Maduro, queda en evidencia que buena parte de los diputados de oposición ha mostrado deainterés por ofrecer claridad. Ni siquiera ha habido voluntad para concluir con las investigaciones anunciadas en sesiones parlamentarias, ni tampoco en sus labores individuales como lo exige la Constitución y el propio reglamento parlamentario.
Más allá del inocultable asedio gubernamental existente, la mayor parte de los diputados de oposición, después de una legislatura en la que fueron mayoría, no pareció haber tenido claras las pautas básicas del desempeño parlamentario. Destacando entre ellas la poca capacidad técnica para la redacción legislativa, así como la poca solvencia administrativa con el manejo de los fondos que ha tenido control el Gobierno interino que conduce Juan Guaidó.
Precisamente, para conocer mejor la gestión de la información parlamentaria durante el período de la presidencia dual del Poder Legislativo y Ejecutivo, que comenzaría desde enero del 2019 y que se extiende hasta nuestros días, conversamos con la periodista de la fuente parlamentaria Maru Morales. Con ella profundizamos sobre tres informes recientemente publicados y en los que se abarcan importantes acusaciones de corrupción, como el manejo de los activos petroleros incautados en el exterior, la operación militar Gedeón, el caso de la trama “alacrán” o el intento de refinanciamiento de la deuda con el gobierno del Paraguay. Casos en los cuales no se entregaron informes concluyentes, ni tampoco se determinaron responsabilidades.
Lo cual en suma, constituye un rasgo bastante desalentador de cara al futuro político del país, considerando la creciente fragmentación política que sufre la oposición, el recrudecimiento del carácter totalitario del régimen de Nicolás Maduro, así como la desmovilización política de la misma ciudadanía venezolana durante los últimos años.
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